La venta no ha nacido siendo chic y no sé si algún día lo será, por mucho que lo intente.
Algunas especializaciones como el marketing han nacido con glamour, sin embargo, la venta ha sido desde sus inicios todo lo contrario.
Años de comerciales intrusivos, malos argumentos, peores productos, venta de enciclopedias, llamadas intempestivas o la inestimable ayuda de las empresas de luz, gas y telefonía (que siguen peleando por ello), han estigmatizado una de las partes más jugosas de la empresa.
Del contacto con el cliente se sacan mejoras de producto, se analiza número y comportamiento, se nutre a marketing creando una necesidad mutua para alcanzar el éxito, se fideliza al cliente, se genera confianza y en muchos casos, como en las startups, eres soporte, ayuda y asesoramiento.
En las empresas pequeñas todo el mundo está implicado en ellas de una u otra forma y en las grandes ofrece una visión de cliente que en muchos casos la dirección no tiene.
Al fin y al cabo eres una parte más del producto, un extra que puede decantar la balanza a pesar de que el tuyo no sea tan completo como el de la competencia.
Saber qué decir, cómo decirlo y cuándo
decirlo te llevará a sentir esa sensación única que produce una venta, que
a su vez crea la necesidad de sentirla una y otra vez.