Hay más tontos que ventanas

El término engloba a prepotentes, arrogantes y malos compañeros. A aquellos a los que se les nota la chulería y la soberbia en el primer contacto. A los que escribes, pero nunca contestan. A los que dejan un hola sin siquiera un adiós. A los que pides consejo o ayuda, y responden haciendo de menos.

Causantes de que no se hagan preguntas. Causantes de cortar la creatividad en los equipos. De apartar a los valiosos porque, en el fondo, saben que ellos no lo son.

Mala educación, malos días, malas formas. Aun así, no existe mayor placer que aprender cosas nuevas, y a base de probar, se acaba encontrando a la persona indicada.

Los que recargan sus discursos con clases de historia, aunque difícilmente recuerdan la suya. Los que tratan de desmerecer tu trabajo, a pesar de que ellos no tienen nada que ofrecer. Los que evitan el dato, porque saben que esos números les devolverán al lugar que merecen.

Ruido que oculta lo bueno. Leer, escuchar, ver, preguntar. De las preguntas surge la innovación, las startups, el cambio, la evolución. Nada ni nadie debe poner freno a las preguntas.

En el fondo, solo son aquellos que desmerecen, por lo poco que saben que merecen.


Tiempo al tiempo


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