Tenemos miedo de decirle al dueño que recoja lo del perro, de comentarle algo al que tira un papel. No se nos ocurre reprochar a la que escupe el chicle ni al que sacude por la ventana.
Nos gusta protestar, pero en silencio. No vaya a ser. Ya tenemos bastante con lo nuestro, con los problemas que tiene la vida, no estoy yo para líos.
Después nos suben la luz, los impuestos, los peajes. Nos confinan en grandes ciudades si soñamos con trabajar. A veces ni soñando. Juegan con la ilusión de millones de personas y pierden. Suelen perder.
Mientras callamos. Nos manifestamos en los bares, ponemos el mundo patas arriba a medida que las cañas hacen efecto.
Si sales a la calle eres, si no sales es porque, si vas con esos eres de ellos, si eres de ellos entonces. Los nuestros, los vuestros, los otros, los de más allá.
Se diferencia por colores, sin posibilidad de mezclarlos. No entiendo cómo no andamos a guantazos por la calle con lo mal que nos llevamos.