Desayuna en casa, se viste, beso de despedida, Adiós. En algún caso ese beso volverá a la memoria de vez en cuando por no haberlo dado.
No es un hasta pronto, no es un hasta luego, es un Adiós. Al bajar alguien decide que su momento ha llegado, que es el fin de esta vida única. La valentía de la pistola, de atacar por la espalda, de volar un coche desde la distancia. En muchos casos la persona ni se entera.
El dolor se queda en los que le rodean, en los que le rodeaban. Seguir sin padre, sin madre, sin marido, sin hija. Sin una parte de vida que alguien decidió arrebatar. Si consiguen perdonar, harán de ese gesto la mejor definición de la palabra.
Aquellos que recurrieron a la violencia porque con la palabra no llegaban, porque con ella no alcanzaban, porque su mensaje no sirve, no servía. Se sienten impotentes, la rabia les puede, la sangre les tranquiliza. Nadie les espera en el cielo.
En ese cielo que no entiende de religiones, en ese cielo al que se entra por los actos en la vida. Ese cielo que más que un lugar, es un estado. Algunos necesitarían muchas vidas para poder acceder. Probablemente nunca lo conseguirían.
Así No es la vida, No es lo que hay, No todo vale. Tantas vidas acabadas antes de tiempo. Esperemos que nunca se imponga el mal sobre el bien, la sangre sobre la palabra, las lágrimas sobre las sonrisas.