Somos expertos en cargar contra el presente. Contra el que sea, contra el que toque en ese momento. Siempre añoraremos un pasado mejor, desearemos un futuro de ensueño. Todo mejor que el presente.
Quizá porque es el único momento en el que podemos cambiar algo. Quizá eso nos dé miedo, nos frene, nos detenga. Quizá nos sintamos más cómodos en la protesta, buscando culpables externos de los males que llevamos dentro. Quizá sea más sencillo dejarlo para el futuro y culparnos de aquel pasado. Todo contra el presente.
A pesar de ser lo único sobre lo que cimentar esos sueños futuros y el momento en el que aprender de lo vivido. De los errores, de los aciertos. Es el momento en el que podemos parar, pensar, cambiar, empezar. El momento para abandonar lo que no nos hace felices y comenzar cosas nuevas con ilusión. El momento en el que evitar que presentes futuros se llenen de lamentos, de lloros, de lágrimas.
Todo parece que se puede hacer en otro momento, en un presente futuro. Quizá desde allí veamos un pasado perdido por no haber dado el paso, por no haber vivido aquello que un día fue presente.
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