Todo el mundo es libre de perder tantas oportunidades como crea conveniente. Con cada una de ellas perderá también el derecho a queja o protesta. El único culpable será él mismo.
Se prohíbe por tanto la sublevación contra el sistema, la búsqueda de culpables, o pagar su rabia con acciones que perturben la tranquilidad de los demás.
La persona deberá gestionar sus emociones como desee, teniendo en cuenta que las subidas y bajadas serán constantes.
A medida que se van dejando escapar, la tranquilidad mental estará cada vez más lejos.
Es mejor montarse en trenes. Es imprescindible ver que al menos su estructura genera confianza, que los raíles son medianamente seguros y que hay alguien en la cabina del conductor.
En algunos casos incluso si falla ligeramente alguna de estas variables, el paseo puede estar entretenido. En caso de descarrilamiento, reventón de la estructura o deserción del maquinista, se podrán buscar soluciones.
Aun así, si no existiesen, el aprendizaje de este trayecto será mucho mayor que el del que muere esperando por el tren perfecto y, sin duda, que el de aquel que ni siquiera se acerca a la estación.