Me senté en aquella terraza.
El sol de invierno calentaba lo justo para hacerme pensar que el exterior era la elección correcta. Café con leche, por favor. Al poco tiempo lo tenía en la mesa y removía sin prisa, echando vistazos fugaces al resto de personas que me rodeaban.
Era difícil cruzar miradas, ya que casi todos los ojos, si no todos, miraban fijamente una pantalla. Caminando, sentados, acompañados. Solos. La realidad parecía no ser suficiente.
Junto a la barra esperaban pacientes los periódicos, las revistas. Los debates y las conversaciones, habían abandonado hace tiempo las mesas. La espontaneidad era pensada, la vergüenza oculta, las miradas indirectas, el contacto lejano.
De pronto me di cuenta de que seguía removiendo mi café, observando, escuchando.
Me sentí extraño.
Solo.
Guapo, me gusta!
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Cuánto nos perdemos si perdemos la conexión con los demás.. ¡Gracias por la reflexión!
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¡Qué razón tienes!
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Muy bueno pedazo de blog..
A mi ya casi se me ha pasado ese olor a melancolía sin dramas que desprende.
Hay un chiste por ahi, un chico se toma un café en una terraza,sin cascos sin tableta sin movil, nada.
Solo mirando,pasar la vida y la gente.
Como un psicópata
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